lunes, 17 de diciembre de 2012

La importancia de la reputación

Para muchos de nosotros la reputación es algo que se construye a diario.Tiene que ver, en nuestra labor profesional, con ser un profesional fiable, alguien en quién se puede confiar. Con tener una coherencia y una congruencia entre lo que dices y lo que haces, que se transmite en la mayoría de nuestros actos. Lo mismo sucedería en nuestra vida personal. Una “buena persona” o un “buen amigo” es fácilmente reconocible, tiene unos valores y unas actitudes que lo diferencian de otros. No solemos equivocarnos por demasiado tiempo a la hora de escoger buenos profesionales o buenos amigos.
Los problemas en la reputación, suelen venir por dos lados: uno, es cuando tratamos de ser quién no somos. En esa situación, esa falta de coherencia interna se acaba manifestando externamente y provoca que los demás se den cuenta de que algo “no cuadra”. Ese descuadre acaba en ocasiones en una crisis de reputación o dicho de un modo diferente, en una crisis de confianza. Para un profesional puede ser fatal pues resulta muy difícil recuperarse si la cosa ha sido grave.
El otro, es un problema más íntimo y tiene que ver con un exceso de ego o de apego al mismo. La parte de nosotros que está más preocupada por nuestra reputación, por lo que los demás pensarán de nosotros, es el ego. Y no se trata de que no tengamos que tener nada de ego, pero tal vez estaría bien que pudiéramos relativizarlo, que no nos atrape, que no nos angustie tanto. Os voy a contar una antigua historia de la India que tal vez explique mejor este punto:


Había una vez un gran escultor, cuyo arte era tan perfecto que cuando hacía la estatua de un hombre, era complicado distinguir quién era el hombre y quién era la estatua. Era una obra tan realista y tan viva que causaba gran admiración.
Un día llegó un astrólogo a la ciudad y le predijo que se acercaba su muerte, que muy pronto iba a morir. Al artista le entró mucho miedo, se asustó tremendamente y empezó a pensar maneras de evitar su muerte, ya que había sido advertido de ella. Después de mucho pensar, decidió realizar once estatuas de sí mismo y en el momento en que la Muerte llamó a su puerta fue a esconderse entre ellas. Dejó de respirar para pasar desapercibido.

La Muerte estaba perpleja, no podía creer a sus propios ojos. Esto no le había sucedido nunca; ¡era tan raro!. Dios no creaba a los seres humanos en cadena, no era posible que existieran doce copias de la misma persona. Allí sucedía algo extraño. Y sólo podía llevarse a uno….Como no podia decidirse, la Muerte, nerviosa y preocupada se marchó a preguntarle a Dios: ¿Qué has hecho? Hay doce personas iguales y se supone que sólo tengo que traer a una. ¿Cómo debo escoger?
Dios se echó a reír. Le dijo a la Muerte que se acercara y pronunció la fórmula en su oído, la llave para saber como encontrar lo real a partir de lo irreal. Le dió un código secreto y le dijo: – Vete y pronúncialo en esa habitación en donde el artista está escondiéndose entre sus propias estatuas.
La Muerte, aún preocupada, preguntó: ¿Seguro que funcionará?
- No te preocupes- le dijo Dios- simplemente ve y prueba.
La Muerte se fue sin estar del todo convencida de si iba a funcionar. Entró en la habitación, miró a su alrededor y sin dirigirse a nadie en particular dijo:
- Señor, todo es perfecto excepto una cosa. Lo ha hecho muy bien, pero ha fallado en un punto. Hay un error.
El artista se olvidó completamente de que estaba escondiéndose. Saltó y dijo:
- ¿Qué error?
La Muerte se echó a reír y dijo: – Te pille!! Éste es el único error: no te puedes olvidar de ti mismo. Vamos, sígueme.

Como en el cuento, a veces estás demasiado apegado a tu ego, excesivamente preocupado por el qué dirán, por el reconocimiento ajeno. Y aunque, como el artista, sepas que no puedes agradar a todos, tu ego se resiente. El problema de este apego al ego, es que muchas veces provoca que dejes de ser tú y actúes según tu fantasía. Es decir, crees saber lo que los demás esperan de ti y actúas en consecuencia. Estás atrapado en tu propia imagen ideal, que equivocadamente crees que es tu reputación. Ahora que ya llevo tiempo rondando por las Redes Sociales he visto casos de personas, que una vez han alcanzado cierto estatus, ha sido devoradas por el personaje que ellos mismo habían creado. No son ya auténticas, son clones de sí mismos, se repiten, se encartonan.

Aprender a jugar en los dos terrenos es complicado pero no imposible. Una cierta dosis de ego, puede ser útil socialmente, pero un exceso te asfixia. Cuando haces las cosas que realmente  surgen de tu interior, con honestidad, sin pretender nada, simplemente porque crees que así ha de ser, dejando que fluyan de manera natural, los resultados llegan. Llegan porque realmente están conectados contigo, no porque los hayas forzado. Y entonces no debes preocuparte de tu reputación ni de las consecuencias de un comentario malicioso, pues todo ello está de verdad alineado y es congruente. Cuando sólo pretendes seguir en ese Yo Ideal que es aplaudido, cualquier error resquebraja la reputación, pues estaba montada sobre una base falsa.

Es una diferencia que exteriormente puede ser muy sutil, pero que interiormente parte de dos lugares totalmente opuestos. Sólo tú sabes desde dónde te proyectas y por tanto, cuanto hay de sólido en tu reputación. Así que la respuesta a la pregunta del título es obvia: la reputación no se maneja, se proyecta desde dentro en cada uno de nuestros actos.

Por eso voy a hacerte estas preguntas: ¿Estás muy apegado a tu ego? ¿ Crees que te anula tu Yo ideal?









Gracias por leerme,Patricia
Me puedes seguir en facebook
Me puedes seguir en Twitter

0 comentarios:

Publicar un comentario

Estás invitad@ a comentar cuando quieras ....

Compartir

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More