jueves, 27 de diciembre de 2012

¿Tienes mucho ego?

Cuando se habla del ego se pueden conseguir muchas definiciones de muchos sitios, pero cuando hablo de la trampa del ego, me estoy refiriendo a tener una excesiva identificación con ese Yo interno, con esa identidad que sentimos como propia y que nos diferencia de los demás. 

Es normal sentirte diferente, pensar que eres una entidad única en el mundo ya que nadie más puede vivir dentro de tu cabeza y experimentar tus emociones y vivencias. Llegar al extremo del budismo de pensar que esa experiencia del sí mismo es sólo una ilusión es tal vez exagerado, pues sin esa individualidad pierdes parte de eso que te hace único (aunque esa fusión con el todo sea precisamente lo que persigue el budismo, pero entiendo que  pueda parecerte excesivo). Pero vivir en el lado opuesto, totalmente identificado con tu ego te puede llevar a un individualismo demasiado marcado y a caer en lo que coloquialmente se dice  “tener mucho ego”.

Estar en la trampa del ego es estar tan posicionado en tu propia visión, tan anclado a tu mapa del mundo que pierdes la perspectiva de las cosas. Somos seres subjetivos por naturaleza pero podemos tratar de mantener una cierto objetividad sobre las cosas. Y en la relación con los demás, si realmente quieres conectar, debes dejar una parte de ese ego de lado, para entrar en el mundo de la otra persona y compartirlo. Es además un modo de no darte más importancia de la que tienes. No se trata de rebajarse, ni de falsa humildad sino de estar en un nivel en el que aún manteniendo esa identidad, podemos ver los puntos de vista ajenos y valorar a los otros como iguales a nosotros mismos.

Puede parecer que estoy hablando de algo muy obvio y fácil de hacer, pero citaré algunos ejemplos que tal vez nos hagan pensar que no es tan sencillo. En el film Dalai Lama Reinassance en el que se nos explica como un grupo de 40 pensadores occidentales de diferentes ámbitos de las ciencias y las humanidades se reunieron con el Dalai Lama con el fin de compartir con él sus inquietudes y dudas acerca de qué medidas y soluciones tomar para mejorar el mundo en que vivimos. Formaban parte del colectivo Synthesis. Antes de acudir al encuentro con el Dalai Lama se habían reunido en diferentes ocasiones y en los días en que permanecieron en Dharamsala, tenían reuniones previas para decidir qué preguntas y cuestiones se plantearían en las horas de reunión con el Dalai Lama. Eran todas personas con una trayectoria vital y personal destacada y que habían trabajado su crecimiento personal e incluso espiritual. Tenían además un propósito que podemos considerar elevado: luchar por un mundo mejor. No obstante, rápidamente en las reuniones previas a los encuentros, surgían fricciones. La mayoría de las fricciones venían del ego de los pensadores. Muchos de ellos querían que sus pensamientos fueran tenidos en cuenta y tener la ocasión, tal vez única, de hablar directamente con el Dalai Lama. Tuvieron que hacer votaciones para ver quién quería hablar por encima de todo y a quién no le importaba no hacerlo. Al final llegaban a buen puerto, pero la humildad de las respuestas del Dalai Lama todavía dejaba más en evidencia la trampa del ego en que muchos de ellos habían caído.

Si llegados a esos niveles suceden esas cosas, no nos puede extrañar en absoluto que en círculos más cotidianos, en el trabajo o en la Redes Sociales surjan personas que parecen desbordar de ego. Usaré el caso de las Redes Sociales como ejemplo ya que las podemos observar todos, pero lo mismo valdría para muchas otras situaciones de la vida. Hablamos en ese caso de personas que además de tener una presencia bastante continuada y evidente, gran parte de esa presencia es con la atención volcada en sí mismos. Sus interacciones son en la mayoría de los casos para seguir dándose importancia o para demostrar su pretendida sapiencia. O para acercarse a otros que les den mayor relevancia. Dogmatizan sobre lo que deben hacer o no los demás, pero se aplican excepciones a sí mismos. Son claros ejemplos de alguien que ha caído en la trampa del ego y ya no usa su Yo como un punto de apoyo, sino como un pedestal. Lo triste es que ser diva de pedestal tiene una vida corta y eres rápidamente sustituido por otra. Y en el camino, esas personas, se habrán perdido la maravilla de conectar con los demás y aprender con ellos. Y la posibilidad de disfrutar cómo la vida se expande en esa conexión.

¿Caes en la trampa del ego a menudo? ¿Qué crees que te estás perdiendo en esas ocasiones?









Gracias por leerme,Patricia
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